El 26 de enero se celebra el «Día Mundial de la Educación Ambiental». Pero, de verdad, ¿el planeta se merece tener un día en el calendario? Nuestros gobernantes tienen el propósito de sensibilizar y generar conciencia a la ciudadanía sobre la importancia de conservar y proteger el planeta, por ello en 1975, año en el que se organizó en Belgrado el Seminario Internacional de Educación ambiental se establecieron los principios de la educación ambiental redactados en la famosa «Carta de Belgrado».
La educación ambiental consiste en el proceso en que una persona asimila y aprende conceptos sobre la enseñanza del funcionamiento de los ambientes naturales para que los seres humanos puedan adaptarse a ellos sin dañar a la naturaleza.
Como toda educación, no es suficiente con asimilarlo y aprenderlo si luego no lo trasladamos a la práctica. Existen diferentes componentes sobre la educación ambiental como: conciencia y sensibilidad, conocimiento y entendimiento, destreza de medio ambiente habilidades, pero al final, el más importante es la participación para poder identificar y contribuir a resolver los desafíos ambientales.
A lo largo de los últimos cincuenta años, la educación ambiental ha ido reciclándose y adaptándose a las necesidades del planeta, pero sin perder de vista los dos principales objetivos: concienciación y participación. La última década que acabamos de dejar, el impacto ambiental ha estado muy presente en nuestro día a día, viéndose como la necesidad de actuación ha cobrado una mayor importancia.
La educación ambiental es clave para lograr un futuro mejor y desde Defeder la consideramos como una educación para el desarrollo sostenible y la economía circular. Somos una empresa comprometida con el medio ambiente y una misión de Defeder es terminar con el problema de las tierras castigadas, entre otras. Si se replantea el sistema educativo se pueden alcanzar mejores modelos sostenibles tanto en lo económico como en lo social.
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